La ciudad actual se ha convertido en un foco de calor y polución sin comparación en la historia de la humanidad. A su vez la relevancia de las zonas verdes y en concreto de su elemento más importante, el arbolado, ha ido disminuyendo desde aquellos tiempos en los que un jardín o un bulevar arbolado eran alma y orgullo de la ciudad.

La tendencia capitalista ha criminalizado los espacios verdes urbanos como algo que solo produce un gasto y ningún beneficio. Cierto que hace tiempo que esta pueril (aunque tendente en su momento) valoración ha sido radicalmente contrapuesta por multitud de expertos que han demostrado que los beneficios que el arbolado puede aportar a la ciudad son innegables, también en plano económico dado los gastos posteriores que pueden ahorrar sobre todo a nivel energético y de salud. Resumo estos beneficios:
- Disminución hasta 5ºC de las temperaturas por el aporte de sombra y la evapotranspiración de las hojas
- Disminución de contaminantes de la atmósfera por absorción de gases por las hojas y por adhesión a la superficie de partículas en suspensión
- Absorción de CO2 (dióxido de carbono, que tanto repercute en el calentamiento global) y generación de O2 (oxígeno)
- Ejercen un papel de corta vientos que reduce el uso de calefacciones en invierno
- Reducen la insolación indirecta reflejada en los edificios contribuyendo a reducir la temperatura en verano
- Dispersan los sonidos del tráfico reduciendo la contaminación acústica
- Reducción de la contaminación visual aportando naturalidad al paisaje de la ciudad
- Disminución de violencia y crímenes, los espacios verdes y arbolados crean más frecuencia de personas en la calle y es más fácil que éstas actúen, aun inconscientemente, como vigilantes visuales
- El beneficioso efecto estético y natural de las zonas arboladas mejoran la calidad de salud mental y física de los habitantes de la ciudad, es significativo el dato de que los pacientes de hospital que tienen vistas a zonas arboladas parecen mejorar con mayor rapidez.
Empiezan a quedar atrás (o eso quiero creer) los tiempos de la construcción de plazas y calles a golpe de hormigonera, espacios duros y fríos que más que promover el uso del espacio público provocan hostilidad hacia él. Usarlo como una mera vía de tránsito sin gozar (aunque sea de manera inconsciente) del recorrido o de una ligera estancia es tanto como huir de él. En estos espacios el arbolado es muy importante para crear lo que podríamos llamar la amabilidad del entorno.

La plantación de arbolado en las vías urbanas tiene una serie de singularidades que hacen que su elección se deba realizar con sumo cuidado. Esto, en realidad, no ocurre habitualmente y los técnicos recurren demasiado a un abc botánico que deja mucho que desear y son poco atentos con los especiales requerimientos de la vía pública y sus usuarios.
Éste abc se compone en su mayoría de especies alóctonas. En principio esto no debería ser un problema ya que en las ciudades la proliferación de plantas arbóreas que puedan ser invasoras es mucho menor que en lugares más propicios para su expansión, pero se empieza a comprender que su crecimiento y formación, en la mayoría de los casos, no tienen nada que envidiar a muchos árboles autóctonos que ofrecen características ornamentales y de uso similares además de limitarse mucho el número de especies usadas, limitando con ello también la biodiversidad urbana.
La excusa mayoritaria ha sido que estos extranjeros son árboles de crecimiento muy rápido (esto implica bajo coste y rápido resultado), por lo que Tipuanas (Tipuana Tipu), Jacarandas (Jacaranda Mimosifolia), Braquiquito (Brachychiton Populneus), Turbintos (Schinus Terebinthifolius), etc se han apoderado casi por completo de nuestras ciudades sin mirar demasiado hacia un futuro cercano donde quizá no tienen tanta cabida, y esto va con doble sentido, ya que casi nunca se tiene en cuenta cual va a ser el tamaño del árbol al cabo de veinte años. Junto al arbolado hay que citar la proliferación de palmáceas alóctonas, especialmente el caso de la Whasingtonia Robusta, de crecimiento excesivo e invasora como la que más.
Este tipo de plantas de crecimiento rápido tienen sus inconvenientes:
- El mismo crecimiento rápido hace que su mantenimiento sea más costoso (con podas de formación y limpieza frecuentes).
- Su habitual escasa longevidad y generalmente mayor exposición a patologías tipo insectos chupadores o fúngicas implica reposiciones menos espaciadas. Hay que tener en cuenta que es muy difícil arrancar adecuadamente los ejemplares muertos de los apretados alcorques rodeados de pavimento.
- Dejan caer muchos desechos orgánicos (ramillas, hojas, flores, frutos) en las calles, aceras y coches. Entre estos destacan resinas y melazas, cuya limpieza a veces se convierte en un grave problema.
- En la mayoría de los casos tienen maderas blandas que también causan problemas varios por rotura y caída de ramas.
- Sus supuestos valores quedan disminuidos frecuentemente por la plantación inadecuada (distancias, exposición, preparación del suelo…).
Algo curioso es la disponibilidad de plantas, ya que los viveros profesionales donde se compran suelen estar atiborrados de planta alóctona y escasean mucho en planta autóctona. Por modas, por inercia, por facilidad de cultivo, por economía, por salida de mercado o todo junto, resulta que usar arbolado autóctono en la ciudad, donde ya debe plantarse con una altura de cruz de entre dos y tres metros, suele ser difícil.
Los árboles autóctonos, aunque no suele apreciarse, son más ricos en especies y tamaños que los pocos áloctonos que prácticamente monopolizan las urbes del sureste español y tienen otras ventajas:
- Están mejor adaptados al medio en que se van a desarrollar. Aunque las ciudades tengan su propio ecosistema siempre estarán más cerca de su hábitat natural y se postulan como más resistentes a muchas enfermedades o plagas.
- Con su uso se promueve la biodiversidad, con mayor número de arbolado y variedad del mismo mayor cantidad de especies acompañantes se promueven: otras plantas, insectos, aves, reptiles, anfibios, pequeños mamíferos… la mayoría escasos en las ciudades, aunque no muy bien vistos por lo general, pero hablar del cambio de mentalidad al respecto sería para otro debate.
- Su crecimiento no es tan lento. Muchas especies autóctonas tienen ese estigma, y no se usan solo por ello. En primer lugar es en parte falso ya que esa lentitud está basada en su crecimiento de forma natural y no tratadas como plantas ornamentales, quiero decir, con riegos y abonados, lo que favorece con mucho su velocidad de crecimiento. En segundo lugar ¿y que si lo fuese? la mayoría de las especies llamadas `nobles´ pertenecen a ese grupo, y se llaman así tanto por su belleza como por su robustez, negar la oportunidad es sencillamente una negligencia.
- La representación simplificada en la ciudad de los ecosistemas naturales de nuestro territorio es otro beneficio ya que aporta valores culturales y ambientales a la vez.
Un inconveniente sería la sensibilidad que presentan algunas especies a la polución, aunque es probable que se adapten perfectamente y esto sea como lo del crecimiento lento, bastante relativo.
Lo más importante es la correcta ubicación de cada especie. Así, todas las especies arbóreas del mediterráneo español podrían incluirse en un listado en el que es muy importante tener en cuenta que no todas se pueden usar en todas las ciudades.
Autor: Germán Lozano García
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