Cuando un partido pinta mal para uno de los equipos, aunque todo parezca perdido, siempre existe la posibilidad de pedir un último tiempo muerto. Es cierto que antes ya se pidieron otros y que, habida cuenta de la situación, no sirvieron de gran cosa. Pero eso no es óbice para que el entrenador mantenga la esperanza de revertir la situación. Mientras hay vida, hay esperanza.
Todos recordamos aquel encuentro en el que un tiempo muerto provocó un espectacular cambio en la dinámica del juego, obrando el milagro y dando origen a uno de esos hitos del deporte que almacenar para siempre en la retina. El ser humano es capaz de todo si la meta merece la pena.

Hace varias décadas que la humanidad está jugando la final del campeonato de los campeonatos. Se juega su modelo de civilización y su continuidad como especie, al menos en las circunstancias de benevolencia climática que ha conocido hasta ahora. En los primeros cuartos del partido se solicitaron varios tiempos muertos para replantear la estrategia de juego; algunos jugadores pusieron toda la carne en el asador, otros continuaron desempeñando un juego mediocre y otros, incluso empeoraron. Algunos aficionados desde las gradas les increpaban sin entender el por qué de su actitud. ¿Acaso estaban vendidos? ¿Acaso no jugaban en el mismo equipo y tenían el mismo objetivo que sus compañeros?
Durante estos meses estamos jugando el último cuarto del partido y solo resta un tiempo muerto. El entrenador no quiere pedirlo; parece que ha perdido toda la esperanza en la remontada; quizás la próxima temporada haya más suerte. O quizás no haya próxima temporada para él; quién sabe…
Hemos entrado en el último minuto del último tiempo muerto del último cuarto de partido
Este último tiempo muerto es un tanto especial. La humanidad tiene el privilegio de observar las consecuencias del cese de su mal juego. La humanidad está comprobando que unas pocas semanas de buen juego han bastado para recuperar la esperanza de ganar el partido, una esperanza que muchos se esforzaron por comprometer.
El problema de las esperanzas es que son entelequias etéreas que requieren un constante empuje y una gran convicción colectiva. Habrá quienes quieran convencer al equipo de que no se puede, que son unos perdedores, que no merece la pena el esfuerzo, que mejor disfrutar el subcampeonato. Afortunadamente, también habrá quienes apoyen al equipo incondicionalmente porque saben que ganar este campeonato significa mucho, lo significa todo. De hecho, perder este campeonato significará, más pronto que tarde, la disolución del equipo.
La madre Tierra ha decidido conceder una última oportunidad a Occidente, poniendo en su camino un virus, el COVID-19. A pesar de haber sido sometida, maltratada y ultrajada por el ser humano, muestra su infinita generosidad al solicitar por nosotros un último tiempo muerto en el que podremos, si así lo deseamos, replantearnos nuestra relación con ella.

Estamos comprobando los enormes beneficios de vivir en la austeridad. El modelo capitalista se tambalea simplemente porque hemos dejado de consumir lo innecesario. Un modelo socioeconómico basado en extraer los valiosos y limitados recursos del planeta para producir ineficazmente excedentes que no necesitamos y que acaban en el vertedero en pocos días, es un modelo que solo producirá dolor y sufrimiento para la mayoría de los pobladores del planeta. Es incomprensible que una sociedad construida sobre la base del amor hacia los hijos y volcada con la prosperidad de las nuevas generaciones, acepte este escenario.
La economía se hunde solo porque dejamos de comprar lo innecesario
Solo unas semanas de vida austera han llevado los indicadores de la calidad del aire urbano a valores que los ‘millennials’ jamás conocieron. Los beneficios del saneamiento atmosférico en términos humanos y económicos son inconmensurables. Es lo mejor que nos podía pasar, y lo sabes.
Hemos reaprendido lo que nunca debimos olvidar. La vida se compone de momentos y experiencias, no de bienes de consumo. Aprovechemos la enseñanza para construir un nuevo modelo en perfecta armonía con la naturaleza, siendo conscientes de lo preciado de sus recursos y de la fragilidad de nuestra especie.
No caigamos en la tentación de volver a los atascos, a la comida basura, a la adrenalina de la caja registradora, a comprar por comprar, a envidiar al que más tiene en lugar de al que más sabe, a las horas extras para comprar el cariño de los hijos… La vida es eso que pasa mientras planeas tu próxima compra.
Autor: José Liétor.
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