La vertiente ecológica de la agricultura y la ganadería gana adeptos entre los jóvenes emprendedores con orígenes fuertemente anclados a la tierra y conscientes del potencial de un mercado cambiante y cada vez más exigente. Estos productos de apellido «ecológico» se han convertido en una opción de éxito en muchos lugares de la geografía española incluidos en la Red europea Natura 2000, lo que ya les imprime en sí mismo un plus de calidad.

Un claro ejemplo de esta tendencia la encontramos en Ainhoa Álava, de Orduña (Vizcaya) que creó en 2006 una granja de caracoles ecológicos.
La idea surgió mientras visitaba feria de alimentación, donde descubrió esta actividad y decidió dedicarse a ella pero desde una perspectiva más ecológica que permitiera mejorar la calidad de este producto.
Los caracoles de Barraskibide se reproducen con facilidad, pero en la granja «nos encargamos sobre todo de engordar a los alevines que traemos de Burdeos y alimentamos durante 4 o 5 meses con pienso ecológico de la zona», explica Ainhoa. El resultado es de entre unas 2000-3000 kilos de un caracol de la especie «helix aspersa Müller» con una carne más sabrosa, blanca y densa (hasta un 35 % más que el caracol silvestre), una cáscara resistente que garantiza su limpieza y manipulación sin roturas y una baba blanca fruto de su purgación continua.
En esta granja además de la cría del caracol, también se realiza la cría de gallinas ponedoras que ese a dormir en una nave, disponen también de un espacio exterior de 28.000 metros cuadrados tratado con abonos naturales. Su alimentación asada en cereales cien por cien ecológicos, sin aditivos, libres de hormonas y de transgénicos. Estas gallinas ponen unos huevos que son famosos por su sabor y textura y por un mayor aporte vitamínico y mineral, y cuentan con el sello ecológico vasco ENEEK.
Fuente: Efeverde.
¿Quieres comentarnos algo? Adelante!