Actualmente, asistimos a un proceso de urbanización mundial realmente asombroso. Más del 50% de la población mundial reside en zonas urbanas y se calcula que para mediados de este siglo, el porcentaje alcanzará los dos tercios y se calcula también que en ellas se produce alrededor del 80% del PIB mundial. Como parece evidente, esta vorágine urbanita arroja un dato muy negativo en términos ambientales: más del 70% de las emisiones de gases invernaderos se producen en las ciudades.
A lo largo y ancho de este mundo, administraciones, empresas de servicio y de transporte, ciudadanos y otras entidades, se están asociando en busca de nuevas tendencias tecnológicas que les permitan mejorar las interconexiones entre las ciudades y sus habitantes, así como para desarrollar formas más eficientes de trabajo y construir entornos urbanos de calidad… en otras palabras, para crear ciudades inteligentes, las ya populares Smart City. ¿Pero cómo pueden estos grupos de interés recoger y aprovechar la información necesaria para crear una ciudad inteligente?
La forma de estudiar y comprender las ciudades se ha transformado por completo gracias a los dispositivos electrónicos. La fusión de ideas surgentes en las tecnologías de la comunicación y de la información, pueden mejorar la eficiencia de las ciudades, mejorando su funcionamiento e incrementando su competitividad en términos sostenibles, es decir, integrando los conceptos sociales, ambientales y económicos en la planificación y gestión de las mismas.

«Todo sucede en algún lugar«, esta es la premisa básica para poder crear estas conexiones que hacen las ciudades inteligentes. Sólo cuando se tiene conocimiento de la ubicación de los datos, se pueden establecer estas conexiones. Pero el gran desafío al que se enfrentan las ciudades modernas para la gestión de esta información, es la gran cantidad y complejidad de la información geoespacial que se recibe para analizar («Big Data«). Todo tiene una ubicación, una forma y una función, desde una linea de cosa, pasando por los edificios, calles o espacios verdes. Todos ellos interactúan entre sí, afectan y son afectados. La propia naturaleza tridimensional de las ciudades complica la toma de datos, ya que en el mismo punto (x, y), pueden registrarse paradas de metro, oficinas, residencias y depósitos de agua en las azoteas. Y se complica aún más cuando interponemos la cuarta dimensión en la información, la dimensión temporal, por la que los datos tienen una historia que puede ser interesante analizar para comprender procesos y patrones de desarrollo que pueden llegar a ser muy útiles para la planificación territorial y la propia gestión urbanística.
Para recolectar la información se dispone de diversas tecnologías que permite geolocalizarla sobre diferentes dinámicas sociales. Desde sensores urbanos diseñados para tomar mediciones ambientales; aplicaciones que miden actividades en tiempo real o que reconstruyen las dinámicas de flujo de sus habitantes a partir del GPS de sus móviles; gestión de la información de las operaciones de las tarjetas de crédito y/o de transporte público; imágenes satelitales… Pero la mayor fuente de recolección de datos es sin lugar a dudas internet y las redes sociales, donde la información geolocalizada de los usuarios cruzada con las interactuaciones sociales de los mismos, pueden ofrecer mapas de puntos calientes en vivo.
La ingente cantidad de información, los «Big Data«, presenta un gran problema de gestión. Definir su frecuencia temporal y la cantidad de datos a recolectar, así como la distancia espacial, la resolución, precisión e incluso la incertidumbre de los datos asociada a su calidad, es tan importante como trabajarla desde una única base de datos espacial autorizada. Si las autoridades son pues capaces de definir todas estas reglas básicas en la captación de la información y publicar los datos, las distintas agencias intergubernamentales, la industria y los consumidores sabrán cómo utilizar dicha información para crear nuevos e innovadores servicios.
Consecuentemente también se pone en solfa la necesidad de replantearse el papel de los expertos en la gestión y tratamiento de datos y los problemas de latencias y errores derivados de los mismos, frente al empleo de novedosas técnicas de análisis automatizadas en Big Data. Sólo de esta forma podremos ser capaces de escalar la recolección, validación, síntesis y depuración de los datos espaciales de manera sostenible, representando un gran desafío tanto para las autoridades gestoras de estos datos como para aquellas ciudades con vistas a desarrollar su propia Smart City.
Fuentes:
- gislounge.com
- 1spatial.com
- smartcities.es
- reportedigital.com
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