En la actualidad, los proyectos de construcción de carreteras han de ser sometidos a un análisis de impacto ambiental, con el objeto de identificar y valorar los impactos potenciales generados e incluir medidas de mitigación para los mismos a través de la restauración ecológica. En lo que respecta a la mitigación de los impactos generados por los taludes, las medidas aplicadas tienen como fin frenar los procesos erosivos, estabilizar el suelo y aumentar la infiltración del agua de lluvia (Bochet and García-Fayos, 2004), teniendo en cuenta además la integración paisajística de los taludes en el propio entorno natural.

La restauración “tradicional” de los taludes de carretera
Tradicionalmente, las acciones que se llevan a cabo en este sentido, están encaminadas al rápido establecimiento de la cubierta vegetal (Andrés and Jorba 2000), aunque por lo general suelen responder únicamente a mejoras estéticas o paisajísticas, y no a criterios verdaderamente ecológicos. Muchas de estas actuaciones, y pese al elevado coste que supone su aplicación, terminan fracasando con el paso del tiempo y solo ofrecen resultados visibles a corto plazo.
La técnica más comúnmente empleada en los taludes de carretera es la hidrosiembra (Tormo et al. 2007), la cual persigue establecer una cubierta vegetal a partir de la aplicación directa sobre el talud de una mezcla de semillas (especies herbáceas), agua, fertilizantes y sustancias fijadoras, entre otras enmiendas, mediante el uso de una hidrosembradora. Pero a pesar del uso generalizado de esta práctica, en ambientes mediterráneos las hidrosiembras suelen fracasar, ya que ésta olvida los condicionantes propios de cada territorio (climáticos, edáficos, botánicos, etc.), los cuales son clave para el éxito de la restauración (Matesanz and Valladares, 2007).

El fracaso de muchas de las técnicas de revegetación aplicadas, tanto en taludes como en otros ambientes, pone de manifiesto el gran desconocimiento que aún hoy se tiene sobre el funcionamiento de estos ecosistemas. Este hecho es aún más evidente cuando se trata de ecosistemas de nueva creación o “ecosistemas emergentes” (Milton, 2003; Hobbs et al, 2006), como es el caso de los taludes de carretera, cuyas condiciones ambientales difieren significativamente de las dadas en los ecosistemas naturales y seminaturales conocidos hasta el momento y, por lo tanto, carecen de cualquier referente ecológico sobre el que basar su estudio. Así pues, para llevar a cabo una restauración correcta es necesario tener un conocimiento previo del funcionamiento del ecosistema a restaurar (Prach 2003; Temperton et al. 2004; Valladares and Gianoli 2007; Tormo et al. 2009).
La restauración ecológica de los taludes de carretera
Una alternativa a las medidas de restauración tradicionales la encontramos en la conocida como restauración ecológica, una disciplina relativamente reciente y que ha crecido en importancia durante los últimos años (Espigares et al. 2003). La restauración ecológica tiene como objetivo acometer este tipo de actuaciones con criterios más ecológicos, preocupándose por entender mejor el funcionamiento de los ecosistemas y proponiendo medidas más apropiadas de acuerdo con los conocimientos que se van obteniendo del estudio continuado de los mismos. En el caso de los taludes de carretera, son cada vez más las evidencias que demuestran que un éxito completo en su restauración sólo podrá conseguirse si se aborda el problema desde esta nueva perspectiva.
La restauración ecológica de taludes, bajo este nuevo enfoque, plantea objetivos que van más allá de conseguir frenar los procesos erosivos y estabilizar el suelo. Se pretende además que éste sea un ecosistema autosuficiente, diverso y resistente a las perturbaciones. Esto implica un estudio exhaustivo previo sobre el funcionamiento de este tipo de ecosistemas, en el cual queden identificados, por ejemplo, los factores que limitan, o por el contrario favorecen, el establecimiento y desarrollo de la cubierta vegetal, así como los procesos que dirigen los fenómenos de reclutamiento de especies.
Autores: Estela Barroso Corrochano y Luis E. San Joaquín Polo.
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