“Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia” La ciudades Invisibles/ Ítalo Calvino.
Hace unos días recibía un mensaje en las redes sociales desde Berlín por parte de mi amigo sirio Basem dadas unas felicitaciones que le había escrito sobre la celebración del Ramadán; coincidentemente en ese preciso momento observaba por televisión la calamitosa diáspora que padecían miles de Sirios a las puertas de la frontera con Turquía y otros, con mayor suerte, ya lo hacían en tierras griegas como es el caso de Mariem (refugiada siria en la isla de Koz), quien comentó al corresponsal del periódico El País lo siguiente “la vida se ha vuelto irrespirable: sin luz, ni agua, con gente comiendo hierba u hojas de los árboles porque no tienen más… En Siria no vivía, sólo era una zombi”

Al otro lado del Atlántico ese mismo día conversaba con Sergio, un gran amigo, sobre su triste decisión de emigrar de El Salvador a otro país por recurrentes amenazas de extorsión por parte de las “pandillas” y el peligro que esto representaba para su seguridad y la de su familia. Sergio dirige un proyecto de desarrollo territorial en El Salvador, ubicado en la capital San Salvador, el cual busca favorecer el acceso a la educación universitaria a jóvenes líderes comunitarios como un medio para potenciar el desarrollo de municipios en extrema pobreza; Ante esta lamentable situación solo se me vino a la cabeza la pérdida valiosa que tendría El Salvador, el proyecto de desarrollo que coordinaba Sergio y sobre todo su familia ante el forzoso exilio que se les presentaba.
Esta imbricación de hechos globales con impactos locales es en donde subyace la importancia del desarrollo humano desde la proximidad, ya que es lo local donde al final de cuentas desplegamos nuestra identidad y potencial cultural; ese territorio de lo cotidiano que Bossier plantea al decir que es el espacio donde, allí se vive, se forma familia, se trabaja, se educa, se recrea y generalmente se termina por ser enterrado. El crear este territorio de lo cotidiano; implica fortalecer desde lo local las capacidades de los gobiernos para garantizar las condiciones de acceso a una vida de proximidad digna y potenciadora de las capacidades de las personas, sobre un contexto local que promueva la participación democrática de los ciudadanos en la construcción del territorio que desean configurar, desde una visión auto referenciada de bienestar que ya Mariam, en su desgarrador relato, nos lo describía.
Desde lo global, la construcción del desarrollo territorial de proximidad implica establecer una clara y decidida estabilidad mundial que parta por entender los impactos locales que generan los conflictos armados, el debilitamiento de la institucionalidad estatal de los países empobrecidos, la responsabilidad global de las inversiones trasnacionales en países de alta significancia ecológica, así como el impacto de estas inversiones en el medio ambiente, entre otros factores que hacen que las disfunciones territoriales de proximidad se vayan convirtiendo en expresiones de disfuncionalidad mundial, las cuales se manifiestan cuando vemos aquellos rostros de los miles de Sirios y Afganos tocado fronteras vecinas, para salvar su seguridad y la de su familia; la de miles de inmigrantes que arriesgan o en el peor de los casos pierden sus vidas tratando de huir de la violencia o la falta de futuro en su pueblo; aquellos que se ven forzados a dejar atrás a su familia, su trabajo y su territorio; todos ellos; los que tan solo buscan acceder a un derecho que les fue arrebatado, el de crear o más bien recrear su espacio de lo cotidiano.
Hoy, cada vez más, esta disfuncionalidad entre lo global y lo local difumina las fronteras de lo que se consideraba el norte y lo que se consideraba el sur; el riesgo en la sociedad, como lo plantea Ulrich Beck, se democratiza, habiendo regiones y sociedades del norte que, cada vez más se aproximan a problemáticas cotidianas de subdesarrollo existentes en el sur; la precariedad, la emigración, la violencia y el desarraigo del territorio es cada vez más moneda de cuño y uso de varios países considerados como “desarrollados”. Es precisamente en esta era del riesgo global en donde lo local debe ser la trinchera que permita accionar esas fuerzas de cooperación y transformación de un espacio territorial más humano; al fin y al cabo la parte territorial es lo de menos, la parte humana lo es todo.
Notas.
*Es un neologismo técnico acuñado por el sociólogo Roland Robertson que describe el actual proceso de transformación entre las diversas dinámicas locales con la dinámica global.
Autor: Jorge Amaya Ruiz.
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