Cuenta Cristophe Brusset en su libro !Cómo puedes comer eso! que los fabricantes de zumos con fresas les pasan los aquenios (pepitas) de las fresas a los fabricantes de yogures y mermeladas para añadirlos a estos productos con la intención de recordar la presencia de la fruta. Para muchos consumidores, masticar los aquenios representa la prueba irrefutable de que el producto ha sido elaborado a partir de fresas naturales. No intentes refutárselo porque eso es tan verdad como que amanece todos los días.
Lo cierto es que cada vez es más extraño tropezarse con fruta en los yogures con sabor a frutas. El yogur bebible de la imagen, por ejemplo, solo contiene un 1,3% de puré de fresa. Por tanto, la presencia de la fresa es casi simbólica.

Parece que la estrategia de «la parte por el todo» es una de las preferidas por los maquiavélicos responsables de marketing de las empresas alimentarias. Como la norma no me lo impide, voy a añadir una pizca de un ingrediente de postín que utilizaré como atrayente publicitario con el que el consumidor asocie el producto en su totalidad.
¿Quién no sucumbiría ante un caldo para paella con gambas?; pero no unas gambas cualquiera, ojo, ¡unas gambas de Huelva! La pena es que si, por casualidad, terminas leyendo el listado de ingredientes, el porcentaje de gambas en el preparado es del 0,3%.

Para que te hagas una idea, supongamos que una gamba pesa aproximadamente 12 gramos. Si en un litro de caldo hay 3 gramos de gamba, haciendo una sencilla regla de tres, con una gamba se pueden preparar 4 litros de caldo. Es decir, si la empresa en cuestión, prepara una olla de 120 litros de caldo, necesita echar en su interior la friolera de 30 gambas de Huelva. Dicho de otro modo, con un kilo del crustáceo, la empresa puede preparar 333 litros de caldo. Eso es sacarle provecho al producto.
Un kilo de gambas da para 333 litros de caldo industrial para paella
En la misma línea del impresionante caldo de marisco anterior, está la sopa de pollo con maravilla. Aunque no renunciamos a comer carne, al menos hemos comprendido que los derechos animales son muy importantes y cada vez nos decantamos más por aves que viven en armonía con la naturaleza, libres en sus corrales en lugar de hacinadas inhumanamente en naves industriales. Eso es guay. Al menos lo es hasta que miramos en la parte trasera del sobre de sopa y comprobamos que el contenido en pollo de corral es un 0,7%.

Volvamos a hacer números. Si por cada 85 gramos de sopa (un sobre), la empresa emplea 0,6 gramos de pollo de corral, con un pollo entero (unos 2,7 kilogramos de media), se pueden preparar 382,5 kilos de sopa deshidratada, es decir, 4.500 sobres. Mi abuelo me contaba cómo se estiraban los huevos y la carne de pollo entre los 8 miembros de la familia. Siempre creí que era una leyenda, hasta que me topé la sopa de pollo maravilla. Cuanto razón tenía mi abuelo…
Un kilo de pollo de corral da para 4.500 sobres de sopa
Volviendo a la seriedad que el tema merece, la conclusión es evidente. Los envoltorios de los alimentos procesados y ultraprocesados son un escaparate para el paroxismo publicitario más delirante. En tanto las autoridades competentes prohíben a las empresas alimentarias tratar al ciudadano medio como un ser descerebrado y de hábitos compulsivos, tendremos que ser los consumidores los que, a través del revolucionario acto de ¡leer las etiquetas!, devolvamos la cordura a la cesta de la compra.
¿Quieres comentarnos algo? Adelante!