Nos quejamos mucho de la factura de la luz y lo hacemos con razón. Las eléctricas se han convertido en monstruos corporativos que, gracias a un sistema de puertas giratorias, terminan influyendo en las voluntades políticas sobre energía y, en última instancia, en nuestra factura de la luz. Los españoles conocemos muy de cerca este perverso escenario.

A pesar de ello, seguimos siendo un país que derrocha energía, posiblemente porque nadie nos ha enseñado a consumirla de forma responsable. Pensamos en la factura de la luz cuando encendemos el aire acondicionado en verano o el calefactor eléctrico en invierno, pero no somos demasiado conscientes de que cada mañana que encendemos el tostador, que nos secamos el pelo o que ponemos a cargar la batería de nuestro teléfono móvil o de nuestro cepillo de dientes eléctrico, también consumimos energía. En esos pequeños gestos repetitivos reside una buena parte de nuestro gasto doméstico de energía eléctrica.
Dentro de este segmento del consumo doméstico de energía que pasamos por alto, la fracción más desconocida es la que se ha dado en llamar consumo fantasma o consumo en «standby».
Atent@ a los vampiros energéticos que chupan tu electricidad
Actualmente cualquier aparato eléctrico dispone de un transformador que adapta los 230 voltios de la red eléctrica a sus necesidades de voltaje. Un transformador tiene 2 bobinas, la primaria y la secundaria. La primaria queda siempre conectada a la red eléctrica, por lo que se produce un consumo debido a su resistencia. En los aparatos eléctricos analógicos esto no ocurría, ya que el interruptor era una llave que se encontraba antes de la primera bobina, evitando que el aparato consumiera electricidad cuando no estaba en funcionamiento.
Actualmente, muchos aparatos disponen de algún tipo de pantalla con indicadores que consumen energía (reloj, termómetro digital). Y otros disponen de un piloto luminoso que permite encenderlos con un mando a distancia; esta es la modalidad de «standby» que más gasto supone.
El consumo fantasma roba entre el 7 y el 11% de la electricidad de los hogares españoles, para un hogar español medio estaría próximo a los 60€ anuales.
Existen varias soluciones para mitigar este consumo. La más sencilla es apagar el dispositivo. Sin embargo, en ocasiones por ser necesario reconfigurar ciertas funciones y en otras por pereza, solemos descartar esta opción. Otra posibilidad es conectar estos aparatos a una base de enchufes múltiples, con lo que con un solo botón se pueden apagar varios dispositivos a la vez, facilitando así la tarea. Últimamente se están comercializando regletas inteligentes y dispositivos eliminadores de «standby» que detectan cuándo se apaga el dispositivo principal y dejan de enviar energía de forma automática.

¿Y en el caso de los electrodomésticos que no tienen «standby»? ¿Cómo reducimos el consumo eléctrico? La primera recomendación es contemplar la posibilidad del consumo colaborativo, que fue seleccionado por la revista TIME en 2011 como una de las 10 ideas que cambiarán el mundo.
La mejor de forma de ahorrar energía es compartir
¿Cuánta gente tiene en su casa un taladro eléctrico? Según Rachel Botsman, coautora del libro What’s mine is yours (Lo que es mío es tuyo; HarperCollins Publishers, 2010), un ciudadano corriente utiliza esta máquina durante unos 12-13 minutos a lo largo de toda su vida. ¿De veras es necesario un lavavajillas en un hogar donde viven solo 2 personas? ¿Cuántas veces utiliza usted esa enorme caja de herramientas que le ocupa tanto espacio? ¿Acaso tiene ese juego de destornilladores de puntas inverosímiles, la mayoría de los cuales jamás utilizará? ¿Y qué me dice de la dichosa escalera que siempre está estorbando y que solo utiliza 2 veces al año? Y respecto a ese precioso carrito de bebé que tanto trabajo le costó pagar, ¿cuántas horas de servicio proporcionó? ¿Tuvo la suficiente paciencia para guardarlo hasta que un familiar o un vecino pudieron necesitarlo, o se deshizo de él en cuanto pudo?
No nos detenemos a contar cuántas cosas poseemos hoy en día. En WWF Francia estiman que en la actualidad tenemos de 3.000 a 4.000 objetos en nuestros hogares, 15 veces más que nuestros abuelos. Está claro, por tanto, que nuestras casas están llenas de objetos que vamos a usar muy poco. De hecho, nuestra vida no se vería afectada en absoluto si muchos de ellos desapareciesen.
Frente a la acumulación de bienes en propiedad, son cada vez más los que defienden volver a un consumo basado en compartir. Disponer de una caja de herramientas, de una escalera o de un único taladro para toda la comunidad de vecinos es una estrategia perfecta para ahorrar dinero y para liberar espacio en nuestros hogares y en nuestros colapsados trasteros.
Autor: José Lietor Gallego
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