El avance en el sector tecnológico ha traído consigo un considerable aumento en la generación de basura electrónica. Esa idea que se nos ha metido a fuego para que cambiemos de móvil o de ordenador, junto con la obsolescencia programada, ha hecho que cada poco cambiemos nuestros aparatos electrónicos por otros más modernos y que funcionen mejor, generando con esta acción millones de toneladas de residuos electrónicos.

Fuente: www.reordena.com
En 2010 se generaron 33,8 millones de toneladas, pasando en 2014 a 41,8 millones de toneladas de basura electrónica y se estima que si seguimos a este ritmo en 2018 llegaremos a los 50 millones de toneladas, según los datos aportados por un informe desarrollado por la Universidad de las Naciones Unidas. Esto ha supuesto que en 5 años la cantidad de basura electrónica generada por persona de 5,9 Kg y se espera que en 2018 lleguemos a los 6,7 kg , con los efectos negativos que esto supone para el medio ambiente que no tiene una ilimitada capacidad para almacenar residuos (aunque algunos piensen que sí).
¿Qué es lo que entendemos por basura electrónica? Se llama basura electrónica a todos aquellos dispositivos eléctricos o electrónicos que han llegado al final de su vida útil y, por lo tanto, son desechados. Este tipo de residuos se denominan raee y abarcan desde pequeños electrodomésticos hasta ordenadores, incluyendo móviles, televisiones, etc.
Las causas de este progresivo aumento en la generación de residuos, las encontramos como se ha comentado anteriormente en el acortamiento de la vida útil de los aparatos (casualmente cuando pasan dos años y se acaba la garantía todos empiezan a fallar o mueren…) y el desarrollo de diseños que dificultan o imposibilitan la reparación de los equipos , fomentando a la compra compulsiva de uno nuevo y generando un residuo al desechar el aparato viejo o estropeado.
¿Qué soluciones se pueden aplicar? Son muchos expertos lo que señalan que la principal solución tiene que tener origen gubernamental, es decir, que las administraciones deben legislar para acabar con estas prácticas en las que se acorta la vida útil de los aparatos y se diseñan para dificultar o impedir que se puedan reparar. Además se debe fomentar el reciclaje y la valorización de este tipo de residuos ya que estos contienen materiales que son recuperables y que pueden suponer un beneficio económico si se recuperan. Por ejemplo de los 41,8 millones de basura electrónica que se generó en 2014 se calcula que contenían materiales que se podía haber vuelto a usar por un valor de 52.000 dólares.
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