Mucho se habla acerca de la movilidad sostenible. Según quien se refiera al concepto, será la definición que se hará del mismo. La sostenibilidad en el área del transporte es un factor clave para la sociedad del presente y del futuro. Propiciar su incremento es responsabilidad de las autoridades gubernamentales.

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Al grado en que no se le da la debida importancia, se manifiestan efectos negativos. Su impacto influye sobre los factores económicos, sociales y ambientales. Por lo tanto, no resulta fácil decidir que elementos tienen mayor o menor grado de importancia para definir la movilidad sostenible.
Como eje para tomar decisiones en materia de transporte, muchos países y regiones se han pertrechado de instrumentos, políticas y planes operativos. Su objetivo: lograr una mayor sostenibilidad. Resulta bastante complejo definir el nivel de sostenibilidad deseable, más aún el de identificar los objetivos. Cualquier «operacionalización» del concepto que se realice, requiere definir los indicadores pertinentes.
¿Por qué es importante un consenso sobre la definición de los indicadores? Porque la imprecisión contribuye a la confusión, a la elección selectiva de indicadores y aun a atribuirle relevancia a algunos de éstos por sobre otros según los intereses que animen los estudios.
Una definición de movilidad sostenible que resulta bastante completa es la que plantea el Centro de Transporte Sustentable de Winnipeg
«Un sistema de transporte sostenible es aquel que permite a individuos y sociedades satisfacer sus necesidades de acceso a áreas de actividad con total seguridad de manera compatible con la salud de los seres humanos y los ecosistemas.»
Otros elementos que forman parte de la noción son:
- Que haya un equilibrio equitativo entre las distintas generaciones (presente y futuro).
- Un funcionamiento eficiente a costos razonables.
- Poner a disposición de todas las poblaciones una elección entre distintas alternativas de transporte.
Por último, para garantizar la capacidad del planeta de absorber los desechos generados por el sistema se requiere que intrínsecamente pueda limitar las emisiones contaminantes, los residuos, etc.
Mejorar la movilidad sostenible…¿mediante la oferta o la demanda?
Varias son las estrategias que se pueden implementar para mejorar la sostenibilidad del transporte desde la oferta.
Para modificar comportamientos, se puede invertir en infraestructura. Sin embargo, ésta decisión puede acarrear efectos secundarios no deseados. Es posible evitar el desequilibrio fiscal recurriendo a maniobras desde el punto de vista financiero. Por ejemplo peajes, gestión de aparcamientos y estructuras de precios.
Otra maniobra consiste en limitar la oferta al limitar el uso de vehículos con menor grado de sostenibilidad, definidos desde una perspectiva razonablemente consensuada.
Por otra parte, se puede influir en la reducción de la demanda al concienciar a la población de las consecuencias negativas del uso de sus opciones de transporte. Mediante campañas en los medios de comunicación es posible ayudar a eliminar la congestión.
También se pueden ejecutar medidas de desarrollo y gestión del tiempo urbanos, por ejemplo aumentando la posibilidad del trabajo desde casa.
Tres importantes desafíos a resolver: equidad social, cuidado del medio ambiente y factores económicos.
Si se habla de equidad, el propósito es que cada segmento poblacional tenga las mismas posibilidades de acceso a áreas de actividades. También se plantea la autonomía y calidad de vida de las personas en centros urbanos. En el caso de los ancianos -por ejemplo- que viven en zonas menos accesibles, deberían tener la posibilidad de optar por distintos medios de transporte, cuando ya no puedan hacerlo por si mismos.

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Obviamente, aquí es donde empiezan los roces. El costo y el valor económico de la autonomía todavía no ha sido cuantificado. Por otra parte, los tomadores de decisiones plantean: ¿Qué se debería hacer?… Otros temas que emergen son los relativos al sentido de comunidad, la segregación y la pertenencia, etc.
Los problemas que se plantean en relación con el medio ambiente tienen que ver con el «consumo de espacio», la cantidad de plazas de aparcamiento que requiere un vehículo, la fragmentación de los hábitats, la acumulación de agua en lugares donde se estanca y todos los conflictos relacionados con la contaminación acústica y la calidad del aire.
Mucho más difícil resulta controlar los dilemas vinculados al aspecto económico. Para incrementar el nivel de sostenibilidad, se requiere que los costos del transporte sean accesible para todos. Aquí surge el tema de las inversiones colectivas y el presupuesto colectivo dedicado al transporte. Además, la contribución de todos los empleos al sistema de transporte. Así que resulta muy complejo abordar los desafíos de la economía, que todavía se están tratando de comprender en lo que hace a un sistema de transporte sostenible.
Hasta aquí se han planteado una serie de indicadores importantes para alcanzar una sostenibilidad en los medios de transporte. Todos ellos son utilizados, pero no de la misma forma o con la misma relevancia. Se requiere de calificados especialistas para precisar las mediciones de forma certera y equilibrada.
La cuestión es… ¿Se podrán articular de manera uniforme para alcanzar una movilidad sostenible?
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