
Dos divorciados deciden compartir un apartamento en Nueva York pero sus carácteres y sus estilos de vida son absolutamente incompatibles, una situación que no les impide acabar conviviendo por un objetivo común. Se trata de la sinopsis de la película ‘La extraña pareja’. En Australia, la extraña pareja no son Jack Lemmon y Walther Matthau sino los activistas medioambientales y los principales bancos del país, quienes han protagonizado una alianza de película para defender los intereses medioambientales y reforzar así la lucha contra el cambio climático en el país de los canguros.
La entente, cada vez más común en Australia y que sería inconcebible en nuestro país, ha servido para paralizar un proyecto del gobierno federal australiano que planteaba convertir, a razón de 16.500 millones de euros australianos (10.297 millones de euros), las marismas donde habitan las amenazadas serpiente ornamental y el lagarto de yakka en la mayor mina de carbón del país y en una de las minas abiertas más grandes del mundo.
El plan minero, que contaba con el visto bueno de gobierno federal australiano, dejaba en manos del coloso minero indio ‘Adani Carmichael’ la explotación de esta reserva medioambiental para extraer 60.000 toneladas de carbón al año. La permisividad del gobierno australiano derivó en una denuncia en enero de este año del ‘Mackay Conservation Group’ ante el Tribunal Federal, quien falló a favor de la organización ecologista el pasado mes de agosto.

La reacción de los principales bancos fue fulminante. Ese mismo día el mayor banco australiano y principal asesor financiero del proyecto, Commonwealth Bank, anunció que retiraba su apoyo a la mina. Por efecto dominó la entidad británica Standard Chartered, la otra institución financiera implicada en el proyecto, se retiró la semana siguiente; y en septiembre, National Australia Bank (NAB), otra gran institución económica australiana, confirmó que no aportaría fondos a la mina, dejando el proyecto desamparado y sin inversores.
Por efecto dominó los tres principales inversores y bancos australianos retiraron su apoyo al megaproyecto minero del gobierno federal tras una sentencia favorable al Mackay Conservation Group
El Gobierno del carbón
Pese a que la retirada de fondos de las grandes instituciones bancarias ha sido decisiva para frenar los megaproyectos mineros, el gobierno australiano mantiene su política de asociar la prosperidad del país a estas poco reputadas extracciones de carbón pese a una importante caída de los precios del combustible fósil que dificulta su justificación. “No debemos demonizar el carbón, el carbón es bueno para la humanidad, es bueno para la prosperidad, es una parte esencial de nuestro futuro económico”, aseguraba el anterior primer ministro, Tony Abbott, en noviembre de 2014.
En oposición al poder del ejecutivo australiano, se encuentra la lucha y la presión de los ecologistas que han encontrado en Australia un inesperado compañero de viaje. Según el afamado activista local de Greenpeace, Nikola Casule, las campañas que vienen planeando están enfocadas a “impactar la imagen del banco de forma que se den cuenta de que el coste de estar implicados en un proyecto es mayor que el beneficio que obtienen”. Así pues, ¿se trata de compromiso o marketing? Lo cierto es que pocas veces una alianza tan inesperada había conseguido tanto poder en la lucha por el medioambiente en Australia.
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